Uno de los aspectos con el que es más fácil perderse cuando se habla de Kemet es acerca de las contradicciones que ciertos mitos o historias parecen narrar. Existen diversos relatos creacionistas, así como disparidad de dioses con formas diferentes e idénticas funciones, asimilación de dioses y otros elementos que hacen que para el no iniciado todo parezca muy complicado.
Lo primero que hay que tomar en consideración es que la cultura de Kemet abarca muchísimo tiempo, más de 2.500 años, por lo que a lo largo de semejante lapso hay lugar para el cambio y la transformación tanto de las creencias como de la cultura.
Por eso no es de extrañar que ciertos dioses desaparezcan en un determinado punto o que otros dioses locales cobren importancia hasta convertirse en oficiales del país según la situación. En el caso de los mitos contradictorios, que es la intención original de esta entrada, hay que señalar que tales contradicciones, pese a existir a lo largo de toda la historia, estaban plenamente aceptadas y, por incongruente que suene, tenían coherencia entre sí.
Veamos varios ejemplos que es como mejor se entienden las cosas. Si nos referimos a la creación del mundo vemos como, según la región, existe un dios creador u otro, aunque en la concepción general hay un mito creacionista comúnmente aceptado. Independientemente de ese mito general donde actúan varios dioses elementales en el norte, en Taui encontramos a Petaj como demiurgo y si nos encaminamos al sur podemos encontrar a Jenmu o a Dyejuti asumiendo las mismas funciones.
¿Significa esto que en la concepción de los habitantes de Kemet unos estaban en lo cierto y otros equivocados? No. Esto no es como en una religión en la que los que adoran a otros dioses se equivocan y ellos son los únicos que están en lo cierto. Los dioses son los mismos en todo Kemet y, aunque es lógicamente el dios local el que consigue mayor presencia y protagonismo en los mitos, la base es la misma y por tanto podían existir diversas versiones del mito debido a que en el fondo todas relataban lo mismo y se podía entender que dos dioses pudiesen haber creado el mundo de formas distintas.
Esta forma de entender los dioses se denomina henoteísmo, que al contrario que el monoteísmo (en la que existe un único dios) y el politeísmo (en el que hay multitud de ellos) encontramos que un mismo dios puede existir como el único sin excluir la pluralidad de dioses. El henoteísmo, según cita PIULATS (2006) es “definido por el filósofo romántico alemán Schelling, quien por primera vez designó con el término henoteísmo un modelo religioso más allá del politeísmo y del monoteísmo, que fuera capaz de expresar el culto, al mismo tiempo, a un dios único sin excluir la pluralidad de dioses’’.
Esto que suena tan incongruente para nuestra mente acostumbrada a manierismos religiosos era algo aceptado en la cultura de Kemet a nivel general. Los dioses y otros elementos no se contradicen entre sí, sino que se complementan. También hay que tener en cuenta que el pueblo no tenía la posibilidad de viajar de una ciudad a otra y entrar en contacto con otros mitos, por lo que básicamente una persona normal y corriente se encontraba ante el mito local y el mito nacional, que podían o no coincidir, y raramente se empapaba de otras historias.
La población iba cambiando con el tiempo y los mitos evolucionando o desapareciendo. Esto es lo que no se suele tener en cuenta cuando se habla de los relatos de Kemet y su impacto en la sociedad. Se tiende a coger una generalidad y asumirla para toda la historia, independientemente de las circunstancias específicas de cada momento y lugar. Un habitante de Taui (Menfis) cuando esta era la capital del país tenía a Petaj como dios principal, pero también a Ra como dios primordial cuando este era el nacional del país, de la misma manera que cuando Imen (Amón) alcanzó el estatus de dios del estado desplazó al resto, pero no los eliminó por completo.
Para un habitante de la época de Neterjet Dyeser (Zoser) en Taui Petaj era un dios principal, pero también lo eran Ra y Jer (Horus) y no había incongruencia con ello, pues cada uno podía asumir papeles distintos o incluso el mismo dentro de un determinado contexto. Pero ese habitante moría y la sociedad cambiaba y cuando Imen pasó a ser el dios principal a nivel nacional el mismo habitante ya no existía para experimentar ese cambio y todo aquel que se encontraba en ese momento estaba habituado a que Imen tuviese más impacto que Petaj, por ejemplo.
Otro aspecto para considerar es el de la dualidad del pensamiento egipcio. En la concepción general, tanto a nivel de población como el de las elites, sacerdotes, nobles, etc. el mundo estaba lleno de elementos contrarios que se necesitaban para existir. De la misma manera que el sol nacía cada mañana y moría cada noche, el bien necesitaba al mal, la tierra negra (Kemet) necesitaba a la tierra roja (el desierto) y Horus necesitaba a Seth para coexistir.
Esta mentalidad se puede ver en multitud de mitos y explicaciones del mundo en los que, si no existiese un determinado elemento, la presencia de otro no tendría sentido o sería directamente imposible.
En definitiva, pueden existir diversas versiones del mismo mito, incluso versiones diferentes protagonizadas por actores diversos, pero esto no era visto como algo contradictorio en sí mismo, sino como una dualidad perfectamente lógica que mostraba diversas caras de un mismo concepto.
Bibliografía:
Eduard Camps Vives - Pensamiento y religión en el Antiguo Egipto. La historia de un mundo en abstracto (2014)
Hornung, E. Conceptions of God in Ancient Egypt: The One and The Many. Cornell University Press, 1982.
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